jueves, 12 de diciembre de 2013

Vincent 9º parte.

Vincent 9º parte.



Empiezo a sentir como este piso impregnado de tantos recuerdos comienza a calar más y más profundamente sobre mi alma y mente, puedo sentir todavía la mano de mi madre arreglar las cortinas, que ahora yacen amarradas con poca delicadeza en el enganche de al lado de la ventana. 
 Es como si todavía la viese sentada frente al viejo brasero hacer cuentas y pelar patatas al mismo tiempo para hacerme de comer.
 No éramos especialmente ricos ni adinerados, solo recuerdo pasarme los días enteros en casa entreteniéndome con lápices y ceras de colores, pintando viajes, siempre pintaba viajes y excursiones que mi imaginación creaba a partir de mis más profundos deseos, unos viajes que tenían finales felices y una belleza difícilmente comparable a cualquier película de alta definición de las de ahora.

 Parece que aún pueda oírla metiendo la llave de la puerta y entrando al mismo tiempo que me llamaba…”!Vincent ya estoy en casa cielo!”.

Pero no es más que un vano recuerdo…ésta casa se quedo vacía tan de repente, que parece increíble que todo esto que aún percibo no sea más que desatinos de mi propia cabeza.

Y la única prueba que tengo de la existencia de ese pasado  es este dichoso diario azul inacabado…firmado por mi propia madre, aunque más que inacabado está destrozado, al menos las 30 última páginas están arrancadas, las he podido contar gracias a lo poco que queda de cada una.  En origen era un cuaderno de recados pero como he podido observar, conforme pasaba el tiempo se  empezaba a llenar de anotaciones, fechas, horas y de una clave numérica de lo más extraña…la clave contenía cinco dígitos los cuáles se hallaban separados por guiones: (10-21-12-5-19).

Sinceramente no tenía ni idea de que podía significar aquello, había dado vueltas y vueltas a aquel acertijo pero nunca había caído en la cuenta de que se podía tratar. De pequeño mamá siempre me había enseñado a descubrir las cosas a partir de acertijos, acertijos que en ocasiones resultaban ser mensajes ocultos dentro de textos o combinaciones alfanuméricas con cifras significativas, las cuáles solía relacionar con acontecimientos, personas o cosas que pertenecieran a nuestro circulo cercano. 

Pero la clave no me decía nada y la adivinanza que había conseguido esclarecer y que se encontraba garabateada justo debajo de  aquella extraña secuencia de números, me dejaba más indiferente todavía. Dice así el poema-acertijo:
                    

                                               En medio de la tormenta la
                                          Oscuridad es demasiado densa. De
                                       Tu deseo de en esta ahondar, la noche
                                          Solo tus ojos podrán encontrar. Un
                                                 Apoyo si se lo permites, te
                                            Quiere el poema regalar. Quitar
                                           El ego del centro, para que el sueño
                                                 Dulce tenga principio y final.


Siempre que lo miro me quedo igual que antes de mirarlo, parece una estupidez, pero me siento bastante tonto cada vez que vuelvo a releerlo y examinarlo, siempre acabo con la misma conclusión. Nada.
Vuelve a llover fuera en la calle y los cristales se empañan de nuevo, es de noche pero desde aquí dentro, aunque la luz de la mesilla de noche sea bastante pobre, se pueden ver  las gotas cayendo hacia el interior del cristal.

Mil pesadillas vuelven a atormentarme sin piedad, esta noche es idéntica a la misma donde todo se me fue arrebatado. La recuerdo perfectamente como si la tuviera grabada con un hierro incandescente en la mente.
Tendría aproximadamente cinco años, mamá ese día llego pronto a casa, demasiado para el corto entendimiento que tenían mis pensamientos por aquella época. Podía notarla angustiada y nerviosa, recuerdo vanamente preguntarle con la típica verborrea infantil que le ocurría. A lo que también recuerdo respuestas esquivas tipo:

 “mamá está muy cansada Vincent” o “nada cariño, últimamente tengo mucho trabajo”.

Nunca supe muy bien de que trabajaba mi madre, pero tenía constancia de que aquello en lo que trabajase la mantenía preocupada a diario y haciendo que la mayor parte de su tiempo se desperdiciara fuera de casa.
Solo sé que a partir de aquella noche nunca más volvió a trabajar, y que aquella casa de la que en ocasiones charlaba y me contaba historias, seguía en la acera de enfrente desafiante y insultante encerrando algo entre sus paredes que yo no era capaz de descubrir.

Villagrán13











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