jueves, 11 de julio de 2013

''Pulp fiction'', La ficción del pulpo

Ser un cefalópodo no es tarea fácil. Cual hábil titiritero, extiendo mis brazos y muevo los hilos de forma que los hechos se desarrollen de tal forma que me beneficien. Mis manos estás sucias; utilizando mis ventosas como meras herramientas, succiono todo lo posible tanto de amigos como enemigos; bueno, más bien de lo segundo; un pulpo con tal afinidad por los negocios posee pocos amigos con los que compartir una copa sin cicuta. Sus vidas son una pieza más en el tablero de ajedrez de la mafia, marionetas que bailan a ritmo de mis palmadas y mis deseos.

Como de costumbre en un hombre trajeado, sanguinario y vil, de aspecto ''corleónico'', la seguridad es una preocupación habitual: si me veo en peligro, recurro a mi recurso favorito, una neblina de tinta, negra como el carbón, para, de esta forma, escapar mediante artimañas y seguir fumando puros cubanos, un jaque mate a lo Marlon Brandon; como lección para los zafios patanes que intentan imitarme, el factor sorpresa es de lo más importante. Una vez, se me comunicó la existencia de un prototipo de orden de arresto dirigida hacia mi persona trazada personalmente por un famoso senador demócrata (no pensaba pisar los calabozos, nunca llegue a soportar las arañas); con un par de llamadas y unos pocos minutos de espera, hice que prendieran su mansión y todas las propiedades en un kilómetro de radio(el dramatismo lo llevo en las venas), pero fascinantemente, no encontraron ningún cadáver identificable con forma de político honrado (una joya en un mar de petróleo) ¿Y qué fue de él? Pues con mi ayuda, escapó de la barbacoa humana para vivir un destino peor: fue enterrado vivo y lloriqueando en ''mi cementerio privado'', unos jardines inusualmente fértiles debida a la carne humana en descomposición. Para esta pobre criatura, un soñador de definición de libro, le diseñamos una muerte simpática: conectamos su sepulcro a una cañería que bombeaba gas helio hacia el interior; de esta forma, sus sollozos, varias octavas más altas, se fundieron en la comedia fúnebre definitiva, todavía sigue provocándome carcajadas repentinas.

¿Y cómo uno puede vivir de esta manera tan poco ''enriquecedora''? La respuesta es simple; uno debe apreciar los pequeños detalles, mi favorito, el humor en forma de ironías y paradojas:
Recuerdo al pobre Jim, un chico feliz, de alta embergadura que se pasaba el día comiendo marisco. Al pobre gordinflón lo tuvieron que sacar del mar con una grúa; en efecto, un pulpo con estilo, alma caritativa de los cangrejos y los bogavantes, se molesto en cementar sus pies y arrojarlo al mar no sin antes cortarle la lengua, trato habitual para agentes de incógnito que filtran información sobre mis actividades financieras. El fondo marino aplaudió su muerte mediante chasquidos de pinzas.

Bueno, dejando a un lado el humor sanguinario, me siento obligado a compartir otro de mis pasatiempos favoritos. Mi eterno amor al arte en todas sus expresiones se complace del ingenio de artistas como Van Gogh, A. Conan Doyle, Hitchcock (en sus bien diferenciadas áreas afines) entre muchos otros, salvando, con especial ímpetu, a los excrementos malolientes firmados a nombre de A.Warhol. Sinceramente, he visto cadáveres licuados de aspecto más artístico que las famosas latas de sopa Campbell, máxima expresión del ''pop art'' (más bien ''poop art''). De hecho, hace unas década, cuando mi carácter era más remarcado, realicé numerosas visitas nocturnas a distintos museos de alta estima; sin embargo, no podía evitar traer conmigo algunas de las ''obras'' de este fiel pupilo de satanás como ''souvenir''; personalizar (más bien pintorrear con un rotulador de punta gruesa) estas mofas del verdadero arte es una experiencia casi tan satisfactoria como el sexo.

¡Ya era hora! 

Lágrimas salpican pómulos valientes,surgen cataratas que inician las corrientes,
estas resbalan por tez firme y seca, humedecen, se esparcen, lentas y obedientes,
y sólo cuando impactan, el fin inicia su corta carrera hacia la meta...


Como habrás observado hasta ahora (y hasta nunca), soy un hombre que disfruta del intercambio verbal pero tengo la certeza de que esto es todo lo que uno necesita saber sobre su ejecutor antes de morir.

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