Ser un cefalópodo no es tarea fácil.
Cual hábil titiritero, extiendo mis brazos y muevo los hilos de
forma que los hechos se desarrollen de tal forma que me beneficien.
Mis manos estás sucias; utilizando mis ventosas como meras
herramientas, succiono todo lo posible tanto de amigos como enemigos;
bueno, más bien de lo segundo; un pulpo con tal afinidad por los
negocios posee pocos amigos con los que compartir una copa sin
cicuta. Sus vidas son una pieza más en el tablero de ajedrez de la
mafia, marionetas que bailan a ritmo de mis palmadas y mis deseos.
Como de costumbre en un hombre
trajeado, sanguinario y vil, de aspecto ''corleónico'', la seguridad
es una preocupación habitual: si me veo en peligro, recurro a mi
recurso favorito, una neblina de tinta, negra como el carbón, para,
de esta forma, escapar mediante artimañas y seguir fumando puros
cubanos, un jaque mate a lo Marlon Brandon; como lección para los
zafios patanes que intentan imitarme, el factor sorpresa es de lo más
importante. Una vez, se me comunicó la existencia de un prototipo de
orden de arresto dirigida hacia mi persona trazada personalmente por
un famoso senador demócrata (no pensaba pisar los calabozos, nunca
llegue a soportar las arañas); con un par de llamadas y unos pocos
minutos de espera, hice que prendieran su mansión y todas las
propiedades en un kilómetro de radio(el dramatismo lo llevo en las
venas), pero fascinantemente, no encontraron ningún cadáver
identificable con forma de político honrado (una joya en un mar de
petróleo) ¿Y qué fue de él? Pues con mi ayuda, escapó de la
barbacoa humana para vivir un destino peor: fue enterrado vivo y
lloriqueando en ''mi cementerio privado'', unos jardines inusualmente fértiles debida a la carne humana en descomposición.
Para esta pobre criatura, un soñador de definición de libro, le
diseñamos una muerte simpática: conectamos su sepulcro a una
cañería que bombeaba gas helio hacia el interior; de esta forma,
sus sollozos, varias octavas más altas, se fundieron en la comedia
fúnebre definitiva, todavía sigue provocándome carcajadas
repentinas.
¿Y cómo uno puede vivir de esta
manera tan poco ''enriquecedora''? La respuesta es simple; uno debe
apreciar los pequeños detalles, mi favorito, el humor en forma de
ironías y paradojas:
Recuerdo al pobre Jim, un chico feliz,
de alta embergadura que se pasaba el día comiendo marisco. Al pobre
gordinflón lo tuvieron que sacar del mar con una grúa; en efecto,
un pulpo con estilo, alma caritativa de los cangrejos y los
bogavantes, se molesto en cementar sus pies y arrojarlo al mar no sin
antes cortarle la lengua, trato habitual para agentes de incógnito
que filtran información sobre mis actividades financieras. El fondo
marino aplaudió su muerte mediante chasquidos de pinzas.
Bueno, dejando a un lado el humor
sanguinario, me siento obligado a compartir otro de mis pasatiempos
favoritos. Mi eterno amor al arte en todas sus expresiones se
complace del ingenio de artistas como Van Gogh, A. Conan Doyle,
Hitchcock (en sus bien diferenciadas áreas afines) entre muchos
otros, salvando, con especial ímpetu, a los excrementos malolientes
firmados a nombre de A.Warhol. Sinceramente, he visto cadáveres
licuados de aspecto más artístico que las famosas latas de sopa
Campbell, máxima expresión del ''pop art'' (más bien ''poop
art''). De hecho, hace unas década, cuando mi carácter era más
remarcado, realicé numerosas visitas nocturnas a distintos museos de
alta estima; sin embargo, no podía evitar traer conmigo algunas de
las ''obras'' de este fiel pupilo de satanás como ''souvenir'';
personalizar (más bien pintorrear con un rotulador de punta gruesa)
estas mofas del verdadero arte es una experiencia casi tan
satisfactoria como el sexo.
¡Ya era hora!
Lágrimas salpican pómulos
valientes,surgen cataratas que inician las corrientes,
estas resbalan por tez firme y seca,
humedecen, se esparcen, lentas y obedientes,
y sólo cuando impactan, el fin
inicia su corta carrera hacia la meta...
Como habrás observado hasta ahora (y
hasta nunca), soy un hombre que disfruta del intercambio verbal pero
tengo la certeza de que esto es todo lo que uno necesita saber sobre
su ejecutor antes de morir.
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