domingo, 21 de julio de 2013

Lobos, patos y hormigas.

 Como lobo enfermo, aúllo y vomito palabras vacías, linternas que oscurecen y decoran este folio del color de la cal al que me he propuesto rellenar. Para perpetuar un mensaje hosco e incoherente sobre la superficie inmaculada de una secuoya, afilo mi pluma, una navaja que deja tras de sí, balbuceos y otra clase de excrementos. Trazo con sangre azul con la misma habilidad con la que un tuerto calcula distancias. Soy licenciado en diseño de pocilgas. Soy partícula en suspensión que carece de la masa suficiente para alcanzar el fondo. Soy nube negra creadora de charcos para patos. Soy escriba enclenque de pocas luces y de muchas sombras. Soy sopa insípida, regusto del paladar inexperto.

La vida o la falta de ella es el principal ingrediente de mis composiciones, como un prisionero liberado que sólo sabe festejar su libertad y recordar su encarcelamiento. Un joven que vive entre barrotes de plastilina. Un pelota cuadrada. Soy un jazmín con disfraz de abeto, flores en luto y de esencia muerta, que asiste a su propio funeral, trajeado, con la calidez de un invierno en Noruega. Una corbata con nudo corredizo, un hormiguero sin hormigas, aguardiente que baja por la garganta de un catador de vinos. Un esquimal sin abrigo, un helado derretido, un maratoniano sordomudo, cojo y ciego. Soy la voz de un anuncio de teletienda. Soy el diseñador del abrefácil.

Soy confusión, soy vida, imperfecta, natural, por ello, ser, sigo siendo y ser, seguiré siendo. Y sólo ser, dejaré de ser, cuando olvide como abrir los ojos y embarque mi último viaje hacia la nada.

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