viernes, 28 de marzo de 2014

'No de Noviembre'

‘A todos ellos’
Los calvos que se dejan bigote para disimular, los que andan lento o no se echan al lado cuando vienen de frente, los que llevan al perro sin amarrar, los que se saltan la fila, los que hablan flojito o demasiado alto, los que fuerzan el acento, los que usan la escalera mecánica con prisas, los que te repiten la pregunta entera con un ‘¿Cómo que…?’ delante, los que llevan música sin cascos, los que estornudan como si fuera la última vez que fueran a hacerlo, los que pitan cuando el semáforo justo cambia a verde, los que te piden de merendar, los que niegan masturbarse, los bohemios de Facebook, los que confunden solitario con soledad, los que no se dejan espiar, los que pierden la virginidad antes que la vergüenza, los que ‘creen en Dios pero no en la Iglesia’, los de la voz molesta, los pacifistas de derecha, los que luchan no por dejar de ser pobres sino por ser ricos, los que hablan demasiado cerca, los monótonos (peor, los monotemáticos), los que preparan el dinero antes de pagar, los que van igual a la Feria que a un entierro, los que repiten el chiste tras contarlo…, A todos ellos (y más), no jodáis, meteos la manos en el culo antes que saludarme.


‘Amor de Biblioteca’
Era como tratar de usted a una niña, como uno de esos amores de biblioteca con los que nunca quisieras topar. Con las manos pintadas a boli, un par de fórmulas con letra achatada, torcidas como la vibración de las cuerdas de un violín, como si lo hubiera escrito aburrida, y mangas que cubrían media mano. Los ojos no eran muy rasgados, eran de un verde en espiral y pintados. Yo no soy muy bueno calculando distancias, pero juro que había más de ellos a mí que de la tierra al cielo. Tenía el pelo negro, aún no sé si llevaba ondulado o alborotado, las chicas son capaces de hacer eso, eran como de bruja, a juego con la blusa, la misma que tapaba media mano de forma que sobresalían, tímidos, unos dedos delgados y repletos de anillos, con las uñas pintadas de un color que sólo una mujer podría describir, pero nada de horteradas, no sean tan necios, eran como si estuvieran preparándose para hacer cosquillas. Lo que mejor recuerdo, cómo no, era que tenía un millón de pecas, enserio, por todo el cuerpo imagino. Pensé que le debían haber dado problemas de niña pero ahora era seguro que el punto más fuerte de su físico. Son como un filtro elegante sobre una superficie casi pálida. Puntos ligeros, tranquilos, nada de rugosidades ni espacios sin cubrir, como si ella los hubiera colocado adrede. Una tapadera de granito o como cuando cierras con fuerza los ojos y ves esos puntos animados. Más pecas que estrellas, de verdad. Del cuello colgaba un una cuerda con romboide de madera sobre aquel pecho juvenil y a los lados parecía bailar con sus manos sus sobre un libro, como si le estuviera haciendo un favor.
Y no es que sea demasiado sensible a la belleza, que lo soy, y esté exagerando, pero aquella madurez sobresaliente me dejaba tonto. No es que fuera del todo femenina, por dios, no sean básicos, es mucho más. Es sutil pero amenazante, como un rasgado de las costuras que retumba o una luna ardiendo. Como si Mozart renunciara a mitad de concierto o todos los astros se apagaran de golpe. Es de paja de funambilista. Con esos ojos del color de la redención, con reflejo metálico y en los que no se puede vivir más de tres segundos, lo digo enserio.
Siento un frío que arde sólo de recordarla, como de luto feliz. No tiene pinta de ser de aquí, no puede ser tan básica, lo más seguro es que venga de tierras nevadas y haya tomado ese tono de piel. Debe ser así, no se ven chicas así por aquí. La verdad es que no consigo concebir la tierra de la que venga (si es que viene de alguna), no imagino lugar a la altura. Con ese misticismo y ese saber estar que roza la ausencia. No creo que haya nadie que haya podido enseñar a ser así, a moverse con ese estilo y gracia, como templando el aire. La imagino obsesivamente, tratando plantear su vida, queriendo encontrar algo que esté a la altura. A qué debe oler, cómo sería su voz por teléfono, qué música oiría y qué instrumento tocaría (debía tocarlo, no puede ser tan simple), qué comería, cuándo la olvidaré. Más pecas que estrellas, lo digo enserio.




Juan Íñigo Gil
Marzo14

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