‘Amor
sexorial’
Tan fría que
besarla era tocar madera,
Tan caliente
que pensarla arde.
Y cubre de
nieve la verdad
y de cenizas
mi cuerpo.
Y ni el sexo
cansa
ni el amor salva,
pero saldan,
pero asocian,
pero sacian.
‘Cara y
cruz’
Vivo la vida
cansado, buscando razones para seguir respirando.
Fracasado,
no he hecho más que vivir en la vida,
Vi(vi)endo cómo
la muerte se me insinúa y la vida me jadea en la nuca,
cómo el tiempo
no define sino difuma.
Pero lo
tengo claro, la vida he solucionado:
La única
manera de sobrevivir a la muerte es vivir haciéndose el muerto,
morirse
antes de que sea demasiado tarde;
que la vida
mejor que sea útil a que sea verdad.
Es por eso
que los muertos no necesitamos llorar,
que estoy deseando
morir para pasar al siguiente nivel y comprobar
que será la
muerte quien me tenga que aceptarme a mí.
‘El ser
atormentado’
El ser
verdaderamente atormentado
siempre
tiene más tristeza que miedo,
más verdad
que consuelo,
más
angustia, menos gusto,
más ceniza,
menos polvo...
Es la mueca
de la muerte
La cueva sin
fondo
Los flecos
de la suerte
El zapatero
de cenicienta;
Pero no
teman,
porque el
ser atormentado para eso vale,
Para aguantar
las tormentas.
‘Vidilla’
Ropa ancha
porque no quepo en mí,
maletas
hechas y vida echada a perder,
la muerte
alerta porque a la vida perdí,
las caderas
estrechas y el hielo con whisky.
La sinopsis
de mi historia en la parte trasera del champú,
Protagonizada
por un hombre senil y una mujer torpe;
con dedicatorias
en escotes y termitas en el ataúd.
Injusta,
como matar a Satán y alabar a Cristo,
Mohosa y
barata, como un sándwich mixto.
Con más ojeras
que autoestima; mediocre poeta, peor persona,
presumiendo
más de prepucio que de rimas.
Y no me queda nada
para usted,
si quiere mi
consejo, no espere,
aquí lo
tiene: ‘Beba y deje beber.’
‘Soledad’
Dicen que la
soledad es la casa del alma
y no se equivocan,
habla un desahuciado.
Y es que
desde la oscuridad las cosas se ven claras
Desde el
silencio todo parece hablar,
y ante la vida,
todo se acerca a la muerte.
En compañía,
pero uno vive en soledad.
Tenían razón
los que lo afirmaban,
que la
soledad es la caza del alma
El susurro
de la caída,
La casa del
alma.
‘Curso’
Se matan
animales, se olvidan los poemas y se prohíben las drogas,
se vive de
amenazas, se muere por temores y se brinda con sangre
y la vida sigue,
qué si no, con las guerras en la cama y la paz en las terrazas
con los
cadáveres en la nevera y el olor a semen de mi pijama.
Y la celebro,
no crean, con mis nauseas y sus ansías, sus rezos y mis rizos,
hastiado, esperando
que el roce haga el cariño.
Pero la vida
sigue, supongo, su curso, fingiendo ante la muerte
estática,
estoica, en aparente movimiento, como una esfinge,
como una error
espacio – tiempo o una rotura de la lógica más fría.
Sigue con su
sed, mi ser y el azar; qué si no… Qué sino.
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