'Inmortal'
...hasta los vanidosos quieren morir, saben que morir es la única
posibilidad de ser recordados. Los pobres ansían morir, los ricos lo necesitan
para sentirse vivos y seguir gastando su dinero. Morir a los artistas los
atrae, a los valientes los reta y a los débiles los acecha. Hasta los tontos,
con la muerte son tontos y sin ella son tan sólo un estorbo. Los hombres de
bien la asumen y los de mal la crean. Los suicidas la aman y los curas viven de
ella. Mueren los taxistas, los surfistas y las peluqueras, los dioses, los
poetas y los niños. Mueren los días muriendo cíclicamente las mañanas, las
tardes y las noches. La sexualidad, el poder, la belleza y la juventud. No digo
que se tema morir, pero sí ir asumiéndolo. Estoy convencido de que con una
oportunidad que le den a la muerte, con sólo una, de verdad, bastará.
'Fiambre'
No me pregunten cómo he llegado hasta aquí pues ya estoy muerto y la
verdad, tampoco querría cambiarlo. Asómensen, no sean tímidos, mucho menos
escrupulosos o sensiblemente hipócritas y miren mi cadáver pocho sobre la
hierba. La verdad es que nunca fui muy agraciado físicamente pero hay que reconocer
que soy (ahora que estoy muerto me cuesta hablar en presente) todo un recital
de colores y olores: amarillo agrio por arriba, espuma blanca y amarga en la
boca, rojo brillante sobre las costillas, verde agrio en las ingles, naranja
pastoso en el vientre y marrón como el moho en los pies. Miren ahora que pueden
pues empieza la hierba a crecer hermosa, fuerte. Tumbado así estoy seguro que
podría oír el susurro de las raíces y cómo crece la hierba, siempre tuve buen
oído para esas cosas. Fíjense en cómo se mezcla, por no decir se pierde, el
blanco de mi cara entre el verde de la yerba, el olor a muerto con el de campo
mojado. Me escalan mariquitas, me anidan grillos y retumban en mis cavidades,
me saltan los saltamontes (los 'salta-yo'), las abejas me colonizan, los
mosquitos me dejan más seco aún y las aves en lo alto, tapándome el sol, me
cagan por todo el cuerpo. Miren como las hormigas intentan desplazarme en
volandas porque tapo una entrada de su hormiguero, aún muerto sigo estorbando.
Me han crecido setas en el seno de la garganta y sobresalen por la nariz, la
boca y las orejas con esas cúpulas rojas con manchas blancas. Mientras, parece
que me oxido, que mi carne se va poniendo tierna, marrón, como mustia; espero
fermentar y servir de alcohol a los gusanos. Estoy convencido de que le
gustaría a Lorca con ese verde que él quiere, se fijaría primeramente en el
moho que me crece entre los dedos de los pies, supongo, es el verde más extraño
que seguro podría imaginar. Estoy seguro. ¿Oh, no se han fijado? Miren la
charca que se me ha formado en el ombligo (mi madre siempre dijo que
adelgazara, que un tan ombligo tan gordo espantaría a las chicas). Ahora parece
un parque acuático de pulgas. Mis uñas, qué uñas, las condenadas parecen seguir
creciendo, ni siquiera respetan que haya muerto. ¿Ven aquél conejo tras los
arbustos? Estoy deseando que las lime para estar bien guapo – Siempre fui
bastante coqueto y ahora no iba a ser menos –.
Los yerbajos crecen con ese sonido crepitante – supongo – y casi me
cubren, casi no se me ve. Joder, no lo van a creer, pero estoy convencido de que estaría bastante cómodo si
estuviera vivo así, ya saben, quitando las cosquillas de los bichos y todo eso.
Qué calma rediós, qué paz. Esperaría impaciente que anocheciera para ver el
cielo estrellado, siempre quise saber qué hacen los animales mientras dormimos,
si se fijan sabrán que no hay documentales que expliquen qué hacen las
cucarachas por la noche o cómo duermen las libélulas. ¡Mierda!, ¿ven aquello?,
Una puta lata de refresco a diez metros de mi lecho. Habrá que ser cabrón (y
guarro) para hacer algo así, parece que ya uno no puede morir tranquilo sin que
venga un mamarracho cretino a tirar basura a tu nicho. Por dios, hubiera
preferido que fuera un casco de esas bebidas alcohólicas de cristal y que todo
el campo, mi campo, saliera ardiendo conmigo tumbado. Miren como cojones se
oxida, retorciéndose sobre sí misma y siendo explorada por los animales, como
si quisiera robarme protagonismo un objeto inanimado. Joder, cuando estaba vivo
tampoco podía con este tipo de cosas, no crean, me refiero a que durante toda
mi vida siempre había algo que intentaba joderme y aunque no siempre lo
consiguiera, el mero hecho de intentarlo era suficiente como para arruinarlo
todo. Ya podía ser tu cumpleaños que aquel primo tuyo retrasado soplaba las
velas sin tu consentimiento o cuando una chica te llamaba la línea se cortaba o
se iba la luz o lo cogía tu abuelo el chocho y colgaba. Pero las chicas son
otro temas. El caso es que apuesto que incluso en el Louvre o en el Taj Mahal o
en el Pentágono, en la fachada de atrás, cualquier cretino tira – latas seguro
ha escrito 'Jódete' o cualquier otra mamarrachada. Quizás por eso esté ahora
donde estoy o me guste estarlo. El mundo es una lata, ya ven, basta con morir
para que te tiren basura a diez metros.
Juan Íñigo Gil
Marzo14
No hay comentarios:
Publicar un comentario