viernes, 28 de marzo de 2014

'Defiambres'

'Inmortal'
...hasta los vanidosos quieren morir, saben que morir es la única posibilidad de ser recordados. Los pobres ansían morir, los ricos lo necesitan para sentirse vivos y seguir gastando su dinero. Morir a los artistas los atrae, a los valientes los reta y a los débiles los acecha. Hasta los tontos, con la muerte son tontos y sin ella son tan sólo un estorbo. Los hombres de bien la asumen y los de mal la crean. Los suicidas la aman y los curas viven de ella. Mueren los taxistas, los surfistas y las peluqueras, los dioses, los poetas y los niños. Mueren los días muriendo cíclicamente las mañanas, las tardes y las noches. La sexualidad, el poder, la belleza y la juventud. No digo que se tema morir, pero sí ir asumiéndolo. Estoy convencido de que con una oportunidad que le den a la muerte, con sólo una, de verdad, bastará.


'Fiambre'
No me pregunten cómo he llegado hasta aquí pues ya estoy muerto y la verdad, tampoco querría cambiarlo. Asómensen, no sean tímidos, mucho menos escrupulosos o sensiblemente hipócritas y miren mi cadáver pocho sobre la hierba. La verdad es que nunca fui muy agraciado físicamente pero hay que reconocer que soy (ahora que estoy muerto me cuesta hablar en presente) todo un recital de colores y olores: amarillo agrio por arriba, espuma blanca y amarga en la boca, rojo brillante sobre las costillas, verde agrio en las ingles, naranja pastoso en el vientre y marrón como el moho en los pies. Miren ahora que pueden pues empieza la hierba a crecer hermosa, fuerte. Tumbado así estoy seguro que podría oír el susurro de las raíces y cómo crece la hierba, siempre tuve buen oído para esas cosas. Fíjense en cómo se mezcla, por no decir se pierde, el blanco de mi cara entre el verde de la yerba, el olor a muerto con el de campo mojado. Me escalan mariquitas, me anidan grillos y retumban en mis cavidades, me saltan los saltamontes (los 'salta-yo'), las abejas me colonizan, los mosquitos me dejan más seco aún y las aves en lo alto, tapándome el sol, me cagan por todo el cuerpo. Miren como las hormigas intentan desplazarme en volandas porque tapo una entrada de su hormiguero, aún muerto sigo estorbando. Me han crecido setas en el seno de la garganta y sobresalen por la nariz, la boca y las orejas con esas cúpulas rojas con manchas blancas. Mientras, parece que me oxido, que mi carne se va poniendo tierna, marrón, como mustia; espero fermentar y servir de alcohol a los gusanos. Estoy convencido de que le gustaría a Lorca con ese verde que él quiere, se fijaría primeramente en el moho que me crece entre los dedos de los pies, supongo, es el verde más extraño que seguro podría imaginar. Estoy seguro. ¿Oh, no se han fijado? Miren la charca que se me ha formado en el ombligo (mi madre siempre dijo que adelgazara, que un tan ombligo tan gordo espantaría a las chicas). Ahora parece un parque acuático de pulgas. Mis uñas, qué uñas, las condenadas parecen seguir creciendo, ni siquiera respetan que haya muerto. ¿Ven aquél conejo tras los arbustos? Estoy deseando que las lime para estar bien guapo – Siempre fui bastante coqueto y ahora no iba a ser menos –.
Los yerbajos crecen con ese sonido crepitante – supongo – y casi me cubren, casi no se me ve. Joder, no lo van a creer, pero estoy  convencido de que estaría bastante cómodo si estuviera vivo así, ya saben, quitando las cosquillas de los bichos y todo eso. Qué calma rediós, qué paz. Esperaría impaciente que anocheciera para ver el cielo estrellado, siempre quise saber qué hacen los animales mientras dormimos, si se fijan sabrán que no hay documentales que expliquen qué hacen las cucarachas por la noche o cómo duermen las libélulas. ¡Mierda!, ¿ven aquello?, Una puta lata de refresco a diez metros de mi lecho. Habrá que ser cabrón (y guarro) para hacer algo así, parece que ya uno no puede morir tranquilo sin que venga un mamarracho cretino a tirar basura a tu nicho. Por dios, hubiera preferido que fuera un casco de esas bebidas alcohólicas de cristal y que todo el campo, mi campo, saliera ardiendo conmigo tumbado. Miren como cojones se oxida, retorciéndose sobre sí misma y siendo explorada por los animales, como si quisiera robarme protagonismo un objeto inanimado. Joder, cuando estaba vivo tampoco podía con este tipo de cosas, no crean, me refiero a que durante toda mi vida siempre había algo que intentaba joderme y aunque no siempre lo consiguiera, el mero hecho de intentarlo era suficiente como para arruinarlo todo. Ya podía ser tu cumpleaños que aquel primo tuyo retrasado soplaba las velas sin tu consentimiento o cuando una chica te llamaba la línea se cortaba o se iba la luz o lo cogía tu abuelo el chocho y colgaba. Pero las chicas son otro temas. El caso es que apuesto que incluso en el Louvre o en el Taj Mahal o en el Pentágono, en la fachada de atrás, cualquier cretino tira – latas seguro ha escrito 'Jódete' o cualquier otra mamarrachada. Quizás por eso esté ahora donde estoy o me guste estarlo. El mundo es una lata, ya ven, basta con morir para que te tiren basura a diez metros.


Juan Íñigo Gil
Marzo14


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