sábado, 4 de enero de 2014

Vincent parte 16

Vincent parte 16 

Los perros tienen una característica de lo más particular, pueden escuchar infrasonidos, es decir son sonidos que por ejemplo los humanos nos podemos escuchar, son sonidos que rebasan nuestro umbral de audición, pues bien. 

Si alguna vez habéis tocado un silbato para perros, podéis observar como el perro en cuestión, se os acerca ladrando con un único objetivo, “acallar el sonido de ese silbato”, a simple vista puede parecernos que no emite ningún sonido, pero es una de las percepciones auditivas más molestas para estos animales.

Así más o menos se sentía Eléonore, lo que su padre le había revelado sobre su pasado y sobre su verdadero origen, no hacía más que resonar dentro de su cabeza, dando botes y volviéndola completamente loca. Un profundo deseo de desaparecer por completo, hendía con dureza  todos sus sentidos, provocando una apatía tan destructiva, que la había dejado completamente enmudecida y no hacía ni por levantarse de la cama, había caído en una profunda crisis existencialista.

-“¿quién soy?, ¿Por qué soy como soy?, ¿Podría ser de otro modo?, ¿Es verdad todo lo que me ha contado papá?, ¿Soy feliz con lo que tengo?, ¿Podría ser más feliz?, ¿Qué es ser feliz?, ¿Soy feliz?, ¿Merezco ser feliz?,”

Ya desde la noche anterior sus lacrimales habían quedado agotados después de tan insaciable rio de lágrimas, y sus mejillas yacían pálidas, estaba enredada en las sábanas de su habitación…mientras la luz matinal se esforzaba por levantarla, ella solo hacía méritos para volver a encerrarse en su propio mundo, bueno al menos lo que quedaba de éste.

Alguien abrió la puerta del cuarto, pero casi fue imperceptible, aunque lo hubiera sido a Eléonore le hubiera importado igual. Alguien se sentó en las sabanas revueltas y se quedó mirando por la ventana, sin esperar nada especial. Pero por mucho que quisiera evitarlo hubo un ínfimo detalle, tan evidente… que le llegó al alma.

Ese olor tan particular, no era cualquier esencia perfumada que se escapase económicamente de la mano de miles de compradores, no. Era el perfume de Claire.

Sus manos comenzaron a acariciar la revoltosa cabellera de Julie mientras sus rizos se enredaban entre sus finos dedos, dándose la vuelta, Julie quedó frente a Claire y mientras la pupila de una se clavaba en la de la otra, una marea de calor comenzó a recorrer cada vello de su cuerpo. La besa.

Dos besos dulces como la propia miel, se resbalan por los labios de Julie,  manchando  de un necesitado cariño su herido fuero interno. Cada roce fustiga su dolor, acallándolo poco a poco, para dejar paso al silencio, tan solo interrumpido por la placentera banda sonora que aquella atmosfera de despecho había creado.

Cinco minutos, diez minutos, se pasa el cuarto de hora, llegamos a la media hora…el tiempo deja de tener sentido.

Retozando en la cama, ambas se miran en silencio, con sus respectivos pulsos todavía acelerándose, el tiroteo de endorfinas se va enmudeciendo y una bandera blanca calma la adrenalina de sus cuerpos, Julie se acurruca bajo el brazo de claire. Se han quedado dormidas.

Una mirada familiar es lanzanda por el padre de Julie desde la puerta, y cerrando esta  con cuidado se marcha escaleras abajo con cierta tranquilidad y sosiego.

Villagrán13






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