Our wasted time
1º Parte
—¿Cuántas primaveras hemos visto nacer y florecer
desde aquí Steven? ¿Cuántas?, ¿Puedes recordarlo?
Decenas de
veranos han iluminado con su luz, los árboles de toda esta vasta
espesura, aunque también otros tantos inviernos, han congelado el alma de cada
hoja y cada gota de lluvia ha sido un frío manto, para la tierra que solíamos
pisar. ¿Recuerdas?
No teníamos que preocuparnos por nada, todo
era tan simple y sencillo, que las mayores dificultades representaban en sí la
aventura de cada día. Cada detalle, por mínimo que fuera era suficiente para
alegrar nuestras almas.
¡Cómo me gustaba ir al teatro!, ¡deberíamos
sacar entradas de nuevo Steven!
¡Daría cualquier cosa por poder sentarme de
nuevo en aquellos viejos y mullidos sillones!, aún recuerdo la ilusión que me
hizo la primera vez que fuimos al teatro. Fue la tercera noche que salíamos
juntos,
¡Hacías que cada segundo fuera inolvidable,
y que la vida pareciera una película perfecta hecha a nuestra medida!
Tu cámara…siempre estabas con tu cámara, en
cualquier parte veías una foto, y en cualquier foto veías un detalle
fantástico, que siempre acompañabas de tu frase habitual.
« Ven corre, mira que foto tan interesante
podemos hacer aquí »
Y entonces… tú sacabas el trípode, y me
posicionabas encuadrándome en el plano, en ocasiones nos llevaba mucho tiempo
eras sumamente perfeccionista, pero no me importaba, podía ver en tu cara el
reflejo de la ilusión y las ganas de vivir. Y al menos para mí eso era
suficiente.
¡Ho…! Qué maravillosos momentos, ¿Verdad Steven?
—
¿Aún sigue hablando sola? — Preguntó Ariel, al
enfermero que había contemplado aquel soliloquio, sin musitar palabra alguna—.
—
Si, lleva veinte minutos así. — Respondió poco
impresionado—.
—
¿Van a llevársela ya?
—
No podemos hacer absolutamente nada, hasta que
su hermana venga y firme el contrato, junto con usted. Nuestra norma, es clara
señor Ariel. « todas las partes han de estar conformes, y la decisión ha de ser
unánime”.
—
Comprendo, en ese caso no creo que Sharon tarde
mucho más en llegar. —acto seguido dirigió una lánguida mirada a la escena y se
marcho de allí escaleras abajo—.
Era una casa grande, estaba construida de
ladrillos rojos y madera blanca barnizada.
Tenía dos pisos, y en uno de los extremos del
segundo piso, se encontraba el salón-mirador donde la señora Rachel pasaría sus
últimos minutos de añoranza. Tenía un amplio jardín, que en su día se mostraba cuidado y manchando de los cientos de colores, que las flores ofrecían a cualquiera que llegase.
Villagran14
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