jueves, 23 de enero de 2014

Our wasted time 3º parte.

Our wasted time
 3º parte

     Como ya se les avisó hace tres años, el caso de su madre, no es más que una demencia senil. Y como pueden ver no hace no otra cosa que…

     ¿Nada más que una demencia senil?—Cortó Sharon—.

     Sharon por favor no pierdas los modos—Atajó rápido Ariel, evitando que su hermana montara en cólera—.

     Como les estaba diciendo, su madre padece una demencia senil, que por los síntomas que está mostrando, se encuentra por desgracia muy desarrollada. Como pueden observar, los delirios se han vuelto más habituales, usted mismo lo ha comprobado Ariel, ella cree estar hablando con su difunto marido, Steven…

     ¿No hay remedio alguno?— ¿Absolutamente nada?—Preguntó Ariel confuso—.

     Le explico Señor Ariel, la demencia senil está caracterizada por la degeneración parcial «En principio» y total, de las funciones cognitivas. Conforme la enfermedad avanza tanto la memoria, como la psicomotricidad se ven afectadas en gran medida. Presenta también desordenes profundos de orientación espacio-temporal…digamos, que el cerebro se pudre lentamente.

Ambos hermanos fijan sus miradas sobre los papeles del contrato. Suspiros.
En la habitación contigua, se escucha a los dos enfermeros restantes, dar una falsa conversación a la señora Rachel. Lo que Sharon escucha la hiere profundamente.

     ¡Ahora vamos a dar un paseo por el campo, tienen que estar los almendros preciosos!— Exclamaba llena de júbilo la señora Rachel.

     Pero señora Rachel, usted no puede salir al campo sola, se va a perder—Comentó un enfermero sonsacándola—.

     ¡No, me va a acompañar Steven!, ¡Siempre me acompaña a pasear sobre las seis!

     Pero, señora Rachel. Si Steven no está aquí, no la podrá acompañar.

     ¡Si podrá, es que aún no ha llegado de la fábrica, tiene que estar al llegar ¡Mire, son las seis menos diez!
La pobre e incomprendida de la señora Rachel, les enseño un reloj de pulsera que se había quedado parado justo en esa hora. Era un reloj con  una correa de cuero carmesí, los bordes del reloj eran dorados, aunque se habían desgastado con el paso del tiempo.

     Si me permiten, les explicaré detalladamente, en qué consiste exactamente nuestro trabajo, y de cómo nuestra fundación hace más liviana, la carga de estas situaciones.

     ¡Mi madre no es ninguna carga…!—Gritó a media voz Sharon—.

     Sharon por favor…si hay algo que debemos hacer ahora, es aceptar la realidad— La calmó Ariel —.

     Piensen que esa mujer que está en la otra habitación, hace mucho tiempo que dejó de ser una persona normal hace mucho tiempo. Piensen que ella ya no los reconoce, por desgracia, han pasado a ser seres completamente desconocidos para ella.

El enfermero cogió el marco dónde aparecía la fiesta de cumpleaños de Sharon, y sin mirarlos a la cara dijo:

—Su hermano tiene razón Sharon, el paso previo a todo esto, es la aceptación completa de la situación. No pretenda hacerme creer que no preferiría, dedicar su tiempo a crear una familia feliz o a viajar a lo largo y ancho del mundo  ¿De verdad es usted una persona con una voluntad tan fuerte, como para sacrificar su propia existencia en alguien…en alguien que va perdiendo sus recuerdos a cada segundo que pasa?...Sharon su madre ya no la reconoce como hija, ni a usted tampoco señor Ariel, no porque no quiera, si no porque ya no puede. Ahí arriba todo ha adquirido un caos que nos es todavía incomprensible. Comprendo que esto pueda ser doloroso de escuchar, pero créame Señora Sharon… «Los vivos no deberían morir por los muertos» — Dijo el enfermero, mientras le entregaba el marco con la foto—.

Sharon acogió aquella foto entre sus manos con lentitud.  Repasó con su dedo pulgar el rostro de su madre. La foto la mostraba a ella, sentada en las piernas de su madre con un gorro de cumpleaños sobre su cabeza, se podían observar algunos niños correteando por detrás y como es Sharon de seis años,  señalaba con sus manitas hacia la cámara.

Levantó la cara. con una lágrima corriendo por la mejilla derecha, y buscó la cara de Ariel. ÉL Solo musitó: «Es lo mejor »

Acto seguido el enfermero añadió:

—Se nos ha hecho bastante tarde, les pediría que nos acompañaran en la ambulancia junto con su madre, y que firmemos los papeles en nuestra fundación. He pensado que al estar allí, podrán comprender todo nuestra labor de primera mano, y despedirse de su madre de una manera menos dolorosa.

Ambos asintieron sin  ni siquiera haberse mirado. Ya habían tomado la decisión.

Villagrán14


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