jueves, 15 de agosto de 2013

Fugaz y mezquino

Cuando llegó el momento de tirar el ancla yo me encontraba en un sucio e improvisado camarote inundado de manuscritos garabateados, fruto de los mil y un enfrentamientos mentales que había librado la noche anterior ; al tiempo que su superficie oxidada relucía bajo el fulgor del amanecer, esta se abría paso entre gotas marinas, apartándolas violentamente; acarició el fondo e inmovilizó una rústica embarcación pesquera no sin paralizar el bailoteo de las olas del alba.
Ya de antaño había deleitado mis pulmones con la brisa de las gaviotas pero esta mañana era especialmente embriagadora. Esta se colaba por la escotilla aireando el campo de batalla cuyo efecto sonoro más notable era el rodar de una botella de ron semivacía.
Yo me encontraba sobre un silla de color ocre, pálido, lánguido, con un abanico de ojeras en los párpados y una expresión rabiosa que acompasaba los trazos débiles de una pluma victoriana.

El problema que abordaba este filósofo matutino, sentencia ilícita que obtuvo con la custodia de sus pensamientos, se trataba de los ''tic tacs'' de su propio reloj de cuerda, martilleos infernales que descolocan el alma de cualquier ser inquieto, incautando sonrisas desde tiempos inmemoriales. Tempus fugit, la visio mortem de un poeta descompuesto: No soy más que un objeto animado cuyo modus operandi consiste en deambular por el espacio-tiempo, evitando confrontación con mis pensamientos que pobremente sostienen la carga del ''todo tiene su fin''. Cada segundo que vivimos es un segundo que consumimos; somos dueños de una frenética actividad temporal capitalista. El vacío de la nada se acerca al tiempo que el barco de la vida se aleja; dicho navío sigue las órdenes de un capitán con los ojos vendados, sin tripulación, perdido y desorientado en el sinfín de un océano aparentemente infinito.

Como si mi sombra fuera, mi problema sin solución me acompañó ''zig-zageando'' a través de las tablas, que entre llantos y chirridos, me dirigían hacia la proa del buque. Un amanecer tan hermoso visto por un ser sórdidamente sombrío y oscuro,la paradoja del vivir. La existencia sería tan burda y aburrida sin interrogantes como estos; Los ebrios pensamientos de este alma en pena se apiñan y crean esta metáfora al tiempo que protagonizan mi historia, la historia de uno de los muchos bucaneros del mar de la vida sometidos al destino de la gran cuenta atrás, una historia trágica, de final predecible como si de un estreno hollywoodiense se tratara; pero descuida, la muerte acecha desde un bastión de incertidumbre, mientras afile su guadaña, apreciemos la belleza y el misterio de la naturaleza que nos circunda.


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