Cuando llegó el momento de tirar el
ancla yo me encontraba en un sucio e improvisado camarote inundado de
manuscritos garabateados, fruto de los mil y un enfrentamientos
mentales que había librado la noche anterior ; al tiempo que su
superficie oxidada relucía bajo el fulgor del amanecer, esta se
abría paso entre gotas marinas, apartándolas violentamente;
acarició el fondo e inmovilizó una rústica embarcación pesquera
no sin paralizar el bailoteo de las olas del alba.
Ya de antaño había deleitado mis
pulmones con la brisa de las gaviotas pero esta mañana era
especialmente embriagadora. Esta se colaba por la escotilla aireando
el campo de batalla cuyo efecto sonoro más notable era el rodar de
una botella de ron semivacía.
Yo me encontraba sobre un silla de
color ocre, pálido, lánguido, con un abanico de ojeras en los párpados y una expresión rabiosa que acompasaba los trazos débiles
de una pluma victoriana.
El problema que abordaba este filósofo
matutino, sentencia ilícita que obtuvo con la custodia de sus
pensamientos, se trataba de los ''tic tacs'' de su propio reloj de
cuerda, martilleos infernales que descolocan el alma de cualquier ser
inquieto, incautando sonrisas desde tiempos inmemoriales. Tempus fugit, la visio mortem de un poeta descompuesto: No soy más que un objeto animado cuyo
modus operandi consiste en deambular por el espacio-tiempo,
evitando confrontación con mis pensamientos que pobremente sostienen
la carga del ''todo tiene su fin''. Cada segundo que vivimos es un
segundo que consumimos; somos dueños de una frenética actividad
temporal capitalista. El vacío de la nada se acerca al tiempo que el
barco de la vida se aleja; dicho navío sigue las órdenes de un
capitán con los ojos vendados, sin tripulación, perdido y
desorientado en el sinfín de un océano aparentemente infinito.
Como si mi sombra fuera, mi problema
sin solución me acompañó ''zig-zageando'' a través de las tablas, que
entre llantos y chirridos, me dirigían hacia la proa del buque. Un
amanecer tan hermoso visto por un ser sórdidamente sombrío y
oscuro,la paradoja del vivir. La existencia sería tan burda y
aburrida sin interrogantes como estos; Los ebrios pensamientos de
este alma en pena se apiñan y crean esta metáfora al tiempo que
protagonizan mi historia, la historia de uno de los muchos bucaneros
del mar de la vida sometidos al destino de la gran cuenta atrás, una historia trágica, de final predecible como
si de un estreno hollywoodiense se tratara; pero descuida, la muerte acecha desde un bastión de incertidumbre, mientras afile su guadaña, apreciemos la belleza y el misterio de la naturaleza que nos circunda.
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