Cuando muera quiero salir a hombros de mi casa como un torero o un borracho salen de la plaza o del bar. Indistintamente. A paso ligero, de manera que mis brazos se tambaleen hacia delante y hacia atrás y pareciera que bailara. Puede acompañarse de saltitos y giros para sumar emoción, con música de pachanga, o de carnaval, estilo desfile por las calles pre-verbena. Todo muy alegre, muy jovial, como asumiendo la muerte con una fiesta pagana. Podríamos incluso contar como cabezudo a mi cuñado y coger a mi suegra como mujer barbuda. Ya he pensado el nombre, formaríamos algo así como 'La Procesión del Muerto Alegre: Ritmo Sano para un Cuerpo Muerto'. Joder, innovando hasta el día de mi muerte, seríamos algo así como los Beatles de los entierros. Quizás salgamos y todo en la España Directo, con suerte en el Programa de Ana Rosa. En ese caso, he pensado que mi sobrino desde la lámpara me ate la mano a un hilo y la levante como si estuviera saludando, a lo títere animado. Uno
siempre debe estar guapo para salir en la tele. Deberíamos incluso buscar marcas para que nos patrocinasen la jugada, no me importaría enterrarme con unas Nike. El trayecto parece lógico, de mi casa al cementerio pasando, claro está, por mis lugares favoritos, las
'3 P': La Peña Pública, el Parque de los Patos, y el Puticlub 'La Potra'. Espero además que la gente se me una a medida que pasamos por ahí, acabando todos en el cementerio, donde he pensado en poner una especie de barra libre con sus tapitas y sus partidas de dominó. Todos, los peñistas, los patos, y las putas. Y puede que la familia. Una vez allí ya hacéis conmigo lo que queráis: me quemáis, me rellenáis con comida como a un pavo (espero también que por el ano), o me hincháis a modo de globo para que salga volando. Aunque no seáis tontos, antes de nada podéis ganar un dinerillo si empeñáis mis muelas de plata al 'Compro Oro' y vendéis mis órganos a las mafia rusa. El resto podéis venderlo a modo de fascículos para depravados, rollo colección de minerales. Otra opción es donarme al ejército para que ensayen el tiro al blanco, o al Manué y su granja como espantapájaros. Pero pensad, no seáis memos, la mejor opción sería venderme al Zara como maniquí hiperrealista. Estoy adelgazando ya para tener el tipín. ¡Joder, si esto no es pensar en vosotros y vuestros bolsillos es que estáis locos! Para que luego me llaméis mal padre o no paréis de recordarme que la mama y el tío Ruperto murieron ahogados en el coche porque se me olvidó volver. Hijos de puta, que es lo que sois todos, que ni siquiera tenéis en cuenta que les dejé la radio encendida. Nadie tiene en cuenta que morir no es morir escuchando Radiolé. Y hablando de dejar, ahí va el testamento:
→ A mi Hijo Paleto nº1: Mi camiseta de Aljarafesa que usaba para pintar.
→ A mi Hijo Paleto nº2: Las uñas de los pies.
→ A mi Hijo Paleto nº3: El pan que sobró de ayer.
→ A los Peñistas: Los condones que nunca usé.
→ A los Patos: La casa.
→ A las Putas: Todo lo demás.
P.D.: Ya tengo epitafio: “Aquí yace Juan Íñigo. Un hombre pésimo, pesetero, y putero, pero nunca, jamás, un perdedor.”
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