Our wasted time 7º parte
La decoración es minimalista pero invita a la paz y la
tranquilidad, las paredes están pintadas
de un color añil muy suave, que combinado con los grandes tragaluces y
ventanas, permite una iluminación proporcionada y adecuada para cada rincón. En
algunas paredes hay pequeños acuarios empotrados en la pared, los peces abundan por doquier, éstos
son de colores también muy suaves, azules y esmeraldas sobre todo.
Los pasillos
son amplios y tienen algunos detalles decorativos con formas redondeadas y cornisas
en forma de enredaderas, que se enredan por las paredes de las escaleras
dándole forma al pasamano. Con relativa frecuencia, hay pequeñas cristaleras
con repisas, dónde se exponen los diferentes premios que Live and Dream ha ganado a lo largo de su historia como
organización. Todos los premios tienen una pequeña entradilla en su parte
inferior redactando el motivo de su obtención.
—
No hay mucho personal por aquí, resulta
extraño—puntualizó Ariel cuando terminaron de subir a la tercera planta
—
Es cierto, se ve que lo que dijo el Señor Robert
era completamente verdad
—
¿El qué es cierto?
—
Pues que éste sitio, tiene unos horarios
sumamente restrictivos, basta con observarlo un poco, el silencio abunda por
cada esquina…hay serenidad
—
Vale. ¿Dónde vamos ahora?, ¿Sólo te ha dicho la
planta?, ¿Ni habitación, ni nada?
—
Eso es lo que me extraña, no me dejó dicho nada
mas, y a juzgar por las apariencias, este sitio parece serio, no sería de
recibo que dos clientes se quedaran a expensas de su intuición para encontrar
su destino
—
Bueno, busquemos algo que se llame “ Sala de
despertar o algo por el estilo”, nunca he estado aquí antes
Perdidos por las instalaciones de Live and Dream, Ariel y Sharon
se precipitan de puerta en puerta, tratando de poder encontrar la su madre. Pero la tarjeta electrónica no
responde en ninguna de las puertas, cansados de buscar, se sientan en un
pequeño salón.
—
¡Esta tarjeta es una mierda Sharon!
—
Lo dices como si la culpa fuera mía, a mi me
dieron la tarjeta y unas instrucciones claras, no pretendas que sea una guía,
que me sepa al dedillo cada rincón de este sitio
—
¡Es que se supone que debías de saberlo, eres tú
quien hablo con el enfermero!
—
Siempre igual…maldito imbécil, ¿Tanto te cuesta
dejar a una lado tu orgullo…y colaborar un poco?
—
¿Colaborar?, no sé cómo te atreves a nombrar esa palabra, siempre vas a tu bola,
te conformas con lo mínimo y cuando hay problemas, justificas su presencia con
excusas baratas, yo he sido desde el principio el que ha mirado por mamá,
siendo el hermano pequeño…
—
Siempre metes a mamá por medio, parece que la
quieras rifar o algo, no hay una sola vez que hablemos, en la que no termines
comparándote conmigo y metiendo a mamá en todo, da la sensación de que
compitas…para ver quien la atiende mejor, ¿Acaso eso tranquiliza tu conciencia?
¿Es eso Ariel?, ¿necesitas restregar constantemente, lo que haces para intentar
convencerte de que vas en el camino correcto? ¡Porque yo ya estoy harta de ser
tu chivo expiatorio!, ¿Porqué siempre tengo que ser la diana de todas tus
males?
Una puerta magnética se desliza a la mitad del corredor de la
tercera planta, y unos pasos acelerados, pero rítmicos se acercan a Sharon y
Ariel. Ambos se miran todavía, mientras que la tensión de sus gestos se relaja
forzadamente, por lo embarazoso de la situación, alguien ajeno los había oído chillar
y les sacó los colores, sobre todo de Sharon.
—
Buenas tardes, soy Emily, disculpen la espera,
ustedes deben ser parientes de la Señora Rachel
—
Si somos sus hijos, hemos estado intentado abrir
las puertas con la tarjeta, pero no funcionaba
—
Naturalmente, esa tarjeta solo abre la puerta
principal, sería muy estúpido que una misma tarjeta abriera todas las puertas
La contestación de aquella chica, resulta un tanto ofensiva
y particular, pero Ariel prefiere obviarlo, ya ha discutido con Sharon antes, y
lo último que le apetece es involucrarse en una nueva pelea, por algo que tan
siquiera le resulta importante.
—
Si hacen el favor de acompañarme, les llevare
junto a su madre
—
En seguida
La sala de procedencia de Emily, tiene un color raro,
resulta un tanto cargante, no termina de ser un beige, pero tampoco se asemeja
al marrón, es extraña. Hay varios doctores vestidos con batas blancas, que
charlan entre ellos, a los pies de las camas de los pacientes. Todos estos parecen estar dormidos, alguno que otro
se desvela y abre los ojos por un espacio corto de tiempo. Ariel comienza a
agobiarse de nuevo, pero esta vez no es
por el efecto de la Fine-Mind, no
soporta estar entre enfermos, desde siempre había sentido una profunda hipocondría
al estar rodeado de personas que padecieran alguna enfermedad, o que
simplemente parecieran padecer algo. Sus manos comienzan a empaparse en sudor,
y las refriega una y otra vez contra su pantalón.
—
¿Falta mucho para llegar a mi madre?— preguntó
angustiado
—
Paciencia señor Ariel—Dicho esto, Emily se paró
con el grupo de doctores
Con un bolígrafo que la misma Emily les cedió, los doctores
firman en una pequeña libreta que ésta misma lleva bajo el brazo, una vez que
todos firman, Emily se gira y les dice con desinterés: “Burocracia, siempre
burocracia”
—
Allí al fondo esta la señora Rachel, junto a la
ventana del lado derecho, yo voy un momento a avisar al Señor Robert, que es el
encargado del caso de su madre, en seguida estará con ustedes
Ariel y Sharon se acercan cautelosamente a la cama de su
madre, con el miedo de provocar una nueva reacción violenta en ella, pero ésta
no se produce. Dos correas de cuero, sujetan los brazos de la Señora Rachel, y
una cinta abdominal sujeta su torso cruzándolo por completo.
Sus ojos están mirando hacia la ventana, sin mirar nada
fijo.
El cabello blanquecino le cae por la parte derecha de la cara y una vía
enchufada a un aparato, se asoma penetrante en su muñeca.
Sharon se acerca, y con un pañuelo, le limpia la frente y la
boca, tenía restos de sudor y saliva, por la agitación de la situación en casa.
Una vez acabado, tira el pañuelo a la papelera que hay a los pies de la cama y
toma una de las manos de su madre, las acaricia. Ariel sin embargo se dirige
hacia la ventana y le da vueltas a una pequeña ruleta justo al lado del marco,
la ruleta tiene tres posiciones que permiten cambiar el tono de luz, Ariel
trastea hasta dar con una mas azulada, Ariel odia los colores fuertes, le
agobian a la vista.
Mientras su hermana, habiendo sacado un bote de crema
hidratante del bolso, se dedica a untar las resecas y descuidadas manos de su
madre, no le importa hacerlo, sabe que
su madre habría hecho lo mismo por ella, si lo hubiera necesitado. El señor
Robert aparece a espaldas de Ariel con una carpeta.
—
Me dijo Emily que ya habían llegado, su madre
está bien, no tienen por qué preocuparse, simplemente se le está pasando el
efecto de la sedación. Ha estado durmiendo todo este tiempo, dentro de poco,
volverá a su actividad normal, si les parece podríamos sentarnos un momento y
les explico en que va a consistir el tratamiento de la señora Rachel
—
Claro—musitó un Ariel distraído y apático
Villagrán14
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