Vincent 4º parte
En la puerta del instituto hay cientos de padres, niños
saliendo, coches aparcados y gente dentro esperando a sus respectivos
familiares. Llueve mucho y se vislumbra un mar de paraguas de mil colores. ¡Qué
magnífico panorama para una película americana de despecho!
De entre toda aquella masificación mojada y con prisas, una
mirada se pierde en el infinito buscando con ahínco la más mínima muestra de
afecto y familiaridad. Sinceramente en vano.
Eléonore está plantada en medio de toda aquella manada y
comienza a andar bajo la lluvia buscando la salida.
-Siempre igual…siempre el mismo vacío, la misma resaca
sentimental…!ya estoy harta!, y encima esta asquerosa lluvia… me moja el alma,
me cala los huesos y me oxida la mente.
De camino a su
casa Eléonore no fue salpicada por
ningún coche que pasase a toda velocidad, no tuvo ningún encontronazo con
ningún chico atractivo que le tirase las cosas y luego se ruborizara. Tampoco
se encontró con nadie conocido que le hiciera el favor de llevarla a su casa,
simplemente su vida carecía de la mas mínima emoción y atención por parte del
mundo.
En casa las cosas no eran muy diferentes, sí vale vivía en una mansión
en “Rue Rivoli” con unas vistas maravillosas de la bastilla. Pero si estar solo
ya es triste, estar en una casa de 3 plantas son nadie con quién hablar…es la
gota que colma el vaso.
Llegó a su casa y entró arrastrando el portón con algo de
trabajo, cierra la puerta tras de sí y lo único que le da la bienvenida es el
eco del portazo, corriendo por el aire de todas las habitaciones de la casa.
-¡Hola a todos! , ¡Estoy en casa!, ¡Soy yo Eléonore!...!vuestra
maldita hija joder!
El oscuro maquillaje comienza a corrérsele por la cara,
dejándola con el aspecto de un payaso de circo amargado y maltratado.
-Puta mierda de vida…joder…
Subió las escaleras
de camino a su cuarto que se encontraba en el segundo piso, entró en el cuarto
y tiro la maleta sobre la cama, se sentó en su peinadora y se limitó a mirar el
corte de pelo que se había hecho en aquel curioso servicio del instituto.
Se secó las lágrimas y se volvió a pintar los ojos, para
ella era un ritual diario hacerlo y no se encontraba a gusto consigo misma si
no lo hacía. Todo el tiempo que dedicaba a su aspecto exterior le parecía poco,
tenía incluso alguna cabeza de muñeca de tamaño natural, donde iba ensayando
los diferentes maquillajes que después se aplicaría a ella misma.
Miró el reloj.
-Las tres y media…me ruge el estómago como si nunca hubiera
comido…será mejor que suba a comer algo…
En efecto en casa de Eléonore la cocina estaba en el tercer
piso, ¿Qué porqué?, muy simple su madre era una neurótica de las dietas, e hizo
que se construyera la cocina arriba para hacer ejercicios subiendo la
escaleras, aparte de ser una ayuda perfecta para evitar la tentación de ir y
venir a picar todo el rato, digamos que su filosofía de pensamiento con
respecto a esto era algo así. “Cuanto más lejos se encuentre la tentación más
difícil será que caiga en ella”.
Lógicamente esta disparatada idea no tendría ni la más
mínima lógica si el cuarto se la madre
Eléonore no se encontrase en la primera planta, eso según su madre “ era
lo más eficiente en medida de alimentación”.
Incluso después de haberse cortado el pelo en un servicio de
instituto, esa idea le parecía del más profundo de los absurdos a Eléonore.
Se dirigió al frigorífico y lo abrió sin muchas ganas, una
vez abierto, cogió una de las sillas de la mesa y se sentó delante
-Puto asco…pfff…yogures…leche…esparragos…¿ no hay nada normal
en esta maldita casa?
Siguió buscando y descubrió un poco de mantequilla que
estaba sin caducar aún, fue a la despensa en busca de pan para tostarlo, y tomo
dos buenos pedazos. Mientras el pan se tostaba sacó una pequeña armónica que
siempre llevaba en el bolsillo.
Dando con el tacón de la bota en el suelo marcaba el tempo,
y de la armónica se escapaba una triste melodía que daba saltos sobre una
escala menor, tras unos segundos introductorios empezó a cantar.
-je n’ai jamais
pensé…que mon meilleur amie était la solitude…
-et le monde pourrait être une chose si méchant pour moi
-j’ai besoin une
chaleureuse accolade de toi
-mais tu
seulement veux t'échapper de mes bras
Prosiguió tocando la
armónica hasta que la tostadora gimió con su antigua alarma, dando la señal de
que el pan estaba listo. Eléonore podía parecer de lo más infantiloide pero a
diferencia de muchos su mente era afilada como el filo de un cuchillo, y no por
ello su creatividad debía verse mermada. Se dice que un adulto creativo es un
niño que ha sobrevivido, y desde luego Eléonore lo llevaba bastante bien.
Sé comió la tostada con
avidez, puesto que el paseíto de vuelta a su casa bajo la lluvia la había
agotado.
Se fue a su
habitación y allí se tumbó en la cama mientras se sumía en sus pensamientos,
sobre todo tenía en mente el incidente en el servicio con aquella chica de
rizos anaranjados, sus mente solo giraba en torno a ello.
“No estoy del todo segura…pero hay una parte de mi ser que
se avergüenza de haber hecho tal numerito… apostaría a que he asustado a esa
chica…ho...desde luego no tengo dotes para realzar mi reputación, seguiré
siendo toda la vida “ La gótica”, sin sentimientos…y amargada que se esconde
por los pasillos...hablando de pasillo…”
Rápidamente se
levanta de la cama y se dirige a la pared que está a la derecha de la peinadora. Eléonore desaparece.
Villagrán13
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