jueves, 10 de octubre de 2013

Vincent 4º parte

Vincent 4º parte 



En la puerta del instituto hay cientos de padres, niños saliendo, coches aparcados y gente dentro esperando a sus respectivos familiares. Llueve mucho y se vislumbra un mar de paraguas de mil colores. ¡Qué magnífico panorama para una película americana de despecho!
De entre toda aquella masificación mojada y con prisas, una mirada se pierde en el infinito buscando con ahínco la más mínima muestra de afecto y familiaridad. Sinceramente en vano.

Eléonore está plantada en medio de toda aquella manada y comienza a andar bajo la lluvia buscando la salida.

-Siempre igual…siempre el mismo vacío, la misma resaca sentimental…!ya estoy harta!, y encima esta asquerosa lluvia… me moja el alma, me cala los huesos y me oxida la mente.

 De camino a su casa  Eléonore no fue salpicada por ningún coche que pasase a toda velocidad, no tuvo ningún encontronazo con ningún chico atractivo que le tirase las cosas y luego se ruborizara. Tampoco se encontró con nadie conocido que le hiciera el favor de llevarla a su casa, simplemente su vida carecía de la mas mínima emoción y atención por parte del mundo.

 En casa las cosas no eran muy diferentes, sí vale vivía en una mansión en “Rue Rivoli” con unas vistas maravillosas de la bastilla. Pero si estar solo ya es triste, estar en una casa de 3 plantas son nadie con quién hablar…es la gota que colma el vaso.

Llegó a su casa y entró arrastrando el portón con algo de trabajo, cierra la puerta tras de sí y lo único que le da la bienvenida es el eco del portazo, corriendo por el aire de todas las habitaciones de la casa.
-¡Hola a todos! , ¡Estoy en casa!, ¡Soy yo Eléonore!...!vuestra maldita hija joder!

El oscuro maquillaje comienza a corrérsele por la cara, dejándola con el aspecto de un payaso de circo amargado y maltratado.

-Puta mierda de vida…joder…

 Subió las escaleras de camino a su cuarto que se encontraba en el segundo piso, entró en el cuarto y tiro la maleta sobre la cama, se sentó en su peinadora y se limitó a mirar el corte de pelo que se había hecho en aquel curioso servicio del instituto.

Se secó las lágrimas y se volvió a pintar los ojos, para ella era un ritual diario hacerlo y no se encontraba a gusto consigo misma si no lo hacía. Todo el tiempo que dedicaba a su aspecto exterior le parecía poco, tenía incluso alguna cabeza de muñeca de tamaño natural, donde iba ensayando los diferentes maquillajes que después se aplicaría a ella misma.

Miró el reloj.
-Las tres y media…me ruge el estómago como si nunca hubiera comido…será mejor que suba a comer algo…

En efecto en casa de Eléonore la cocina estaba en el tercer piso, ¿Qué porqué?, muy simple su madre era una neurótica de las dietas, e hizo que se construyera la cocina arriba para hacer ejercicios subiendo la escaleras, aparte de ser una ayuda perfecta para evitar la tentación de ir y venir a picar todo el rato, digamos que su filosofía de pensamiento con respecto a esto era algo así. “Cuanto más lejos se encuentre la tentación más difícil será que caiga en ella”.

Lógicamente esta disparatada idea no tendría ni la más mínima lógica si el cuarto se la madre  Eléonore no se encontrase en la primera planta, eso según su madre “ era lo más eficiente en medida de alimentación”.
Incluso después de haberse cortado el pelo en un servicio de instituto, esa idea le parecía del más profundo de los absurdos a Eléonore.

Se dirigió al frigorífico y lo abrió sin muchas ganas, una vez abierto, cogió una de las sillas de la mesa y se sentó delante

-Puto asco…pfff…yogures…leche…esparragos…¿ no hay nada normal en esta maldita casa?

Siguió buscando y descubrió un poco de mantequilla que estaba sin caducar aún, fue a la despensa en busca de pan para tostarlo, y tomo dos buenos pedazos. Mientras el pan se tostaba sacó una pequeña armónica que siempre llevaba en el bolsillo.

Dando con el tacón de la bota en el suelo marcaba el tempo, y de la armónica se escapaba una triste melodía que daba saltos sobre una escala menor, tras unos segundos introductorios empezó a cantar.

-je n’ai jamais pensé…que mon meilleur amie était la solitude…
-et le monde  pourrait être une chose si méchant pour moi
-j’ai besoin une chaleureuse accolade de toi
-mais tu seulement veux t'échapper de mes bras

 Prosiguió tocando la armónica hasta que la tostadora gimió con su antigua alarma, dando la señal de que el pan estaba listo. Eléonore podía parecer de lo más infantiloide pero a diferencia de muchos su mente era afilada como el filo de un cuchillo, y no por ello su creatividad debía verse mermada. Se dice que un adulto creativo es un niño que ha sobrevivido, y desde luego Eléonore lo llevaba bastante bien.

 Sé comió la tostada con avidez, puesto que el paseíto de vuelta a su casa bajo la lluvia la había agotado.
 Se fue a su habitación y allí se tumbó en la cama mientras se sumía en sus pensamientos, sobre todo tenía en mente el incidente en el servicio con aquella chica de rizos anaranjados, sus mente solo giraba en torno a ello.

“No estoy del todo segura…pero hay una parte de mi ser que se avergüenza de haber hecho tal numerito… apostaría a que he asustado a esa chica…ho...desde luego no tengo dotes para realzar mi reputación, seguiré siendo toda la vida “ La gótica”, sin sentimientos…y amargada que se esconde por los pasillos...hablando de pasillo…”
Rápidamente  se levanta de la cama y se dirige a la pared que está a la derecha de la peinadora. Eléonore desaparece.


Villagrán13





No hay comentarios:

Publicar un comentario